Columna | 06 de mayo de 2025
San Luis Potosí se está convirtiendo en un campo minado de conflictos vecinales, hartazgo social y una autoridad cada vez más rebasada. Según la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) del INEGI, la lista de problemas entre ciudadanos es alarmante: basura quemada, ruidos molestos, peleas por estacionamiento, animales descuidados, transporte caótico, vecinos problemáticos, trámites burocráticos imposibles y servidores públicos indolentes.
A esto se suma la constante presencia de drogadicción, pandillas, graffiti, y violencia doméstica que se esconde detrás de las paredes de muchas casas. No es exagerado decir que la ciudad vive bajo tensión.
En este clima de descomposición social, solo el 40.1% de la población mayor de edad cree que el gobierno de la ciudad es capaz de resolver problemas básicos como baches, alumbrado público deficiente, transporte ineficiente o coladeras tapadas. La cifra refleja un sentimiento generalizado de abandono y frustración.
Hay un deterioro evidente en los servicios urbanos, y una falta de respuesta efectiva por parte de las autoridades municipales, que parecen limitarse a administrar el caos en lugar de solucionarlo.
Los hechos violentos ya no sorprenden, pero sí indignan. En Soledad de Graciano Sánchez, dos menores de edad fueron detenidos por portar armas blancas mientras se desplazaban en motocicleta por la colonia La Virgen. Fueron identificados tras una llamada por una riña en la zona, y al momento de su detención, portaban un cuchillo y una navaja. ¿Qué clase de realidad estamos permitiendo cuando adolescentes van armados por la calle, y eso apenas ocupa unas líneas en los informes policiales?
Lo más grave es que este tipo de incidentes ya no parecen excepcionales, sino parte de una rutina cotidiana en una ciudad que se siente sola ante la violencia, el deterioro y la falta de soluciones. Los ciudadanos resisten como pueden, entre miedo, enojo y resignación.
Mientras tanto, las autoridades siguen sin entender que el problema ya no es solo de seguridad: es de confianza, de convivencia, y de una gobernabilidad que se nos escapa de las manos.